Pasó mucho tiempo, quizá demasiado, pero finalmente se hizo justicia. Los acusados eran poderosos, y tenían una red de apoyos y complicidades que hacían creer a muchos que sus atrocidades quedarían impunes. El Tribunal Penal Internacional para la Ex-Yugoslavia (TPIY) condenó a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad a quien fuera jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Ratko Mladic, mejor conocido como el “carnicero de Srebrenica” o de Bosnia.
Un gran logro en la lucha contra las violaciones de los derechos humanos ha sido su imprescriptibilidad, es decir, eliminar esa falsa argumentación según la cual debía privar la “seguridad jurídica” por encima de la justicia, y que por lo mismo debían dejarse prescribir los delitos para que la sociedad continuara su camino, sin considerar que al hacerlo también lo hacía la impunidad.
Esto ha quedado demostrado en el caso de los crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra cometidos que Mladic dirigió durante el conflicto de la desaparecida Yugoslavia. Recordemos que en esa conflagración se persiguió a la minoría musulmana con el fin de erradicarla, generándose esa terrible actuación que ahora conocemos bajo la aséptica descripción de “limpieza étnica”, que no es otra cosa que el asesinato de niños, mujeres, ancianos, enfermos y hombres por el solo hecho de pertenecer a una identidad de grupo que se considera per se como enemigo. Es curioso cómo lo retorcido de una ideología puede llegar a negar la humanidad de alguien al considerarlo como enemigo, pues partiendo de ello, para la mente del perpetrador el crimen se convierte en una obligación.
El caso más famoso de este tipo de delitos fue el ocurrido en la ciudad de Srebrenica, donde las fuerzas serbiobosnias comandadas por Mladic mataron en 1995 a más de 8.000 personas pertenecientes a la minoría musulmana. Este atroz hecho fue cometido ante la incapacidad de la comunidad internacional, la cual a pesar de ser advertida del peligro existente no tomó las medidas necesarias para evitarla.
Luego de terminado el conflicto en la extinta Yugoslavia, hubo indicios para pensar que matanzas como la de Srebrenica iban a quedar impunes, porque los líderes tenían una red de apoyos políticos, sociales e incluso religiosos que los protegerían contra la persecución internacional y permitirían la tradicional inacción de los tribunales nacionales.
Los perpetradores directos formaban parte de las fuerzas armadas y, al actuar en conjunto tanto el alto mando como los medios y bajos, se establecía un nexo de complicidad que facilitaría la no persecución al estamento militar al considerarlo como un todo; los crímenes se planearon en las más altas instancias del Estado, desde la Presidencia misma, por lo que se garantizaba la inacción de las instancias internas y esto servía de protección ante las instancias internacionales con el escudo de esa ilusión llamada “verdad oficial”. Asimismo, el “enemigo” era una minoría cada vez más rechazada ante muchos por culpa del radicalismo islámico, lo que pudo facilitar la falta de voluntad política para procesar a los responsables.
Sin embargo, lo que ocurrió fue todo lo contrario, pues si bien es verdad que pasaron muchos años sin que se juzgara a los responsables, el caso de la antigua Yugoslavia es un ejemplo para todos los represores de derechos humanos: el tiempo es su verdadero enemigo.
Hoy en día, con toda la red de comunicaciones que existe, no es posible alegar ignorancia sobre la comisión de graves violaciones a los derechos humanos. Aunque es importante destacar que ante tales crímenes, la comunidad internacional debe ser más diligente y actuar para evitar situaciones terribles como la descrita.
¡Hay justicia!
Desde su constitución el 1 de julio de 2002, el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia ha procesado a 161 personas, de las cuales 83 fueron condenadas por el propio tribunal, apenas 21 absueltas y otras 17 fallecieron mientras eran juzgadas. Además, 13 casos fueron transferidos a tribunales nacionales que dictaron sentencias en todos los casos. Sin embargo, todavía no se pueden dar cifras definitivas de condenas y absoluciones definitivas por cuanto algunos procesos están en apelación o se han reiniciado nuevos juicios en casos de sentencias anuladas.
Vale destacar que en este momento no existen personas pendientes de ser llevadas ante el Tribunal, pues todos los imputados fueron detenidos y presentados ante la justicia, aunque algunos no sobrevivieran al proceso como hemos indicado. Es decir, a la fecha no hay prófugos de la justicia por los crímenes en Yugoslavia.
De hecho la condena a cadena perpetua de Mladic es la última sentencia de la mencionada instancia judicial por tales crímenes, quedando los casos pendientes y en apelación bajo el encargo de un cuerpo judicial denominado Mecanismo para los Tribunales Penales Internacionales (MTPI), que dará fin a todos los procesos que estén por decidir tanto para la extinta Yugoslavia como para el caso de Ruanda. Siendo así, debemos destacar que ni el carácter de militar de Mladic, ni su rango de general, ni su proximidad al presidente, ni sus protectores en la sociedad serbia, ni los años que pasó escondiéndose de la justicia como un vulgar criminal, le sirvieron de nada.
Recordemos que los crímenes de lesa humanidad comportan una acción planificada y coordinada por parte de los perpetradores y que forma parte de un ataque generalizado o sistemático contra la población civil. En tal circunstancia, a diferencia de la Ley Disciplinaria Militar venezolana, el Estatuto de Roma no considera como obligación el cumplimiento de una orden contraria a los derechos humanos y por el contrario exige la persecución tanto de quienes la cumplan así como de quien la haya impartido.
No olvidemos entonces que los crímenes de lesa humanidad no prescriben, y eso, para Ratko Mladic, no es letra muerta.
¿Y a ti como venezolano como te afecta?
Las violaciones de los derechos, independientemente de dónde ocurran, nos afectan a todos, y en el caso de los delitos de lesa humanidad, como su mismo nombre lo indica, lesionan a cualquiera que crea en la dignidad de la persona humana, por lo que la reivindicación de la justicia, por mucho que tarde, e incluso aunque tarde demasiado, es un recordatorio para los que se creen protegidos por el poder, la fuerza y el abuso, siendo el tiempo su mayor enemigo.