Nadie está a salvo del siniestro patrón. Cualquiera que no comulgue con el chavismo forme parte o haya participado en alguna actividad de protesta contra el Gobierno, puede ir caminando tranquilamente por la calle o manejando su vehículo, ser interceptado por algún grupo armado y durante un tiempo indeterminado desaparecer; como si se lo hubiese tragado la tierra. Después de días o incluso meses puede aparecer, torturado, ya sea, porque lo liberaron en alguna carretera oscura, o resulte encarcelado acusado de algún delito que no cometió.
El testimonio que se leerá a continuación y que fue recogido en exclusiva por Acceso a la Justicia, es tan solo un ejemplo de lo que actualmente y con mucha frecuencia sucede en nuestro país, en términos de una represión gubernamental convertida en una política de Estado para neutralizar o incluso aniquilar a todo aquel que disienta de una ideología que cada vez responde menos a un ideal político y se usa sólo como medio para justificar el mantenerse en el poder.
“Ser secuestrado y torturado por cuerpos de seguridad del Estado le puede pasar a cualquier venezolano, sea defensor de derechos humanos o no (…) cualquiera está expuesto y hay gente menos pública que ha sido objeto de agresiones gravísimas, mucho más que las que yo he sufrido. El concejal (Fernando) Albán no vivió para contarlo. Yo estoy narrando mi historia a través de medios de comunicación, tengo abogados y la posibilidad de ir a instancias internacionales a denunciar, pero el ciudadano de a pie no, está desprotegido porque en Venezuela no hay respeto hacia la integridad física de una persona, a la vida”, asegura el abogado constitucionalista José Vicente Haro.
El también profesor universitario denunció que fue secuestrado durante 36 horas entre los días 3 y 5 de octubre de 2018. En la actualidad busca internacionalmente, a través de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), lo que en su propio país se le niega: Justicia.
1.- ¿A qué organismo internacional acudió y cuál fue la denuncia presentada?
Con motivo de los hechos ocurridos entre 3 y el 5 de octubre de 2018, cuando fui objeto de una captura por parte de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), adscrita a la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y de las torturas, vejaciones y tratos crueles, inhumanos y degradantes a los cuáles me sometieron, además de la detención arbitraria de 36 horas, acudí ante la CIDH, en vista de que este organismo emitió una medida cautelar a mi favor desde agosto de 2015 y está vigente.
En esa ocasión (2015) denuncié ante la CIDH amenazas serias de muerte, probadas, por parte de órganos de seguridad del Estado venezolano, por acusaciones que había realizado sobre torturas a presos políticos por parte de funcionarios.
2.- ¿Qué respuesta ha recibido de los órganos de administración de justicia en Venezuela ante las amenazas y agresiones de las cuáles ha sido víctima?
Cuando se ha tratado de una amenaza real he decidido hacer las denuncias correspondientes ante el Cicpc, el Ministerio Público (MP) y finalmente la CIDH. En estos momentos en Venezuela los defensores de derechos humanos y las ONG han sufrido amenazas, ataques, persecución, hacia sus abogados y activistas y no podemos encontrar un órgano independiente que realice una investigación y proteja y garantice la vida de estas personas, así que uno está obligado a acudir a la CIDH porque es la única vía que nos queda.
Ante el MP tramité denuncias desde 2013, cuando el colectivo llamado La Piedrita de la parroquia 23 de enero, me amenazó por unos señalamientos que realicé contra el Plan de la Patria 2013-2019, que incluía a los colectivos como parte fundamental para atacar a la población civil disidente. En ese entonces personas armadas se presentaron a mi oficina, fui al MP, pero este solicitó la desestimación de la denuncia ante un tribunal.
En una segunda ocasión, en 2014, se dieron amenazas sistemáticas, primero a través de twitter, donde colocaban mensajes que me atacaban por defender algunos presos políticos y colocaron fotos de cadáveres diciéndome: así va a amanecer usted mañana. No le presté mayor atención, hasta que en dos hechos con el Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia), fui abordado por sus funcionarios armados identificados, quienes me invitaban a renunciar a la defensa de esos presos, yo llevaba un total de cinco casos. Esto lo denuncié a la CIDH y se emitió la medida cautelar en 2015. Desde entonces y hasta el más reciente secuestro lo he reportado ante la Comisión.
3.- ¿Qué le ocurrió entre el 3 y el 5 de octubre?
El 3 de octubre cerca de las 7:45 de la noche, desplazándome en Caracas desde Santa Fe para llegar a la zona de Los Naranjos de Las Mercedes fui interceptado, primero por una alcabala del FAES donde se me hizo una primera identificación. Luego sigo mi curso a través de una calle que tiene nombre de Carretera de Baruta, adyacente a los campos de golf y fui abordado en mi carro por otro vehículo, una camioneta con luces altas, cuyas características no me permitieron identificar. Sentí que el carro se iría contra el mío de frente, giré a la derecha y logro ver por el retrovisor otro carro y en fracciones de segundo me doy cuenta que estoy atrapado. Vi a una persona uniformada con chaleco, arma larga, subiendo por el capó de mi carro, otro rompe el vidrio, otro abrió la puerta y me colocaron un suéter negro que yo cargaba en la cabeza. Me dan un cachazo y después recibí tres golpes muy fuertes en la cabeza con la culata del arma. Sentí que me desmayaba, aunque traté de no perder el control.
No podía ver pero supe que me subieron a una camioneta, dos funcionarios se colocan a cada lado, dos más adelante, gritaban, me agarran por el cuello, me lo doblan y empiezan a darme más cachazos. Ellos se identificaron y me identificaron a mí, me decían quédate tranquilo, yo no opuse resistencia. Me decían, no se mueva somos del FAES, ¿usted sabe lo que es el FAES? Fuerzas de Acciones Especiales. Siguieron los cachazos.
Sentí que el vehículo rodaba mucho, fue casi una hora hacia algún lugar. Colocan el vehículo en una plataforma y lo bajan. En el trayecto, estas personas me insultaban y golpeaban, yo trataba de respirar. El vehículo entra a un lugar, bajamos unas escaleras como de caracol hacia una especie de sótano. No podía ver nada. Me llevan hacia un lugar, me sientan y vuelve una persona que parecía el jefe, más agresivo, me pregunta si entendía la situación y que si sabía que ellos tenían órdenes de ejecutarme. Yo trataba de enfocarme y no entrar en pánico.
Después de quitarme mis objetos personales, me colocan una granada en la mano y me hacen colocar el dedo en el dispositivo que la activa, me ponen una granada en cada mano, me levantan la capucha y me las muestran. Con eso no se te va a ocurrir moverte, me dijeron. Nunca me ataron de manos y pies.
4.-¿Le dijeron por qué lo habían capturado, por qué lo golpeaban?
Logro escuchar, decían que tenían que llamar a sus jefes, hablaban de un director, o decían que el ingeniero estaba llamando por el satelital. También hablaban de un doctor. Percibí que estaban como pidiendo instrucciones a tres personas. Identifiqué como siete voces distintas, subían y bajaban, entraban y salían, nunca pude ver sus caras y no me atreví a quitarme la capucha.
Me preguntaban por qué yo estaba ensañado con (Néstor) Reverol, por qué yo atacaba tanto al ministro de Interior y Justicia, y a diferentes funcionarios que yo había denunciado, Gustavo González López entonces director del Sebin, entre otros. Yo no contestaba a los insultos. En algún momento respondí: por torturas, tratos crueles y degradantes. Entonces replicaron, ¿quieres saber lo que es una tortura? Me levantaron la capucha, me mostraron una Uzi y con la culata me dieron fuertemente en las rodillas, luego en la cabeza. Yo les repetí: son torturadores, son los que trabajan activamente en la tortura en el Sebin.
Yo trataba de aguantar y respirar porque sentía problemas de oxigenación. Cuando yo pedía agua y ellos me la daban, aprovechaba para respirar, me servían el agua en un vaso grande y trataba de percibir si era agua contaminada con alguna sustancia.
El maltrato físico iba y venía, acompañados de interrogatorios sobre algún tema en particular. Luego había lapsos de silencio, percibía que comían, se encerraban en una oficina. En algún momento pregunto si hay alguien allí, una voz joven no policial me contesta, le pido agua y en una oportunidad me pasó un pedacito de pollo del tamaño de un puño de una mano, me dijo no diga nada. Esa misma persona, en la mañana porque hablaban de desayuno, me coloca en la mano algo de masa, él me susurra que era un pedacito de arepa que echaron a la basura. Nunca llegué a dormir.
En la tercera ola de agresiones un tema recurrente fue el de la Asamblea Nacional (AN), preguntaban si yo trabajaba para la AN, si pertenecía a algún partido, por qué defendía tanto la inmunidad parlamentaria, eso no lo entendí.
La cuarta ola de agresiones tuvo que ver con unas declaraciones dos días antes de mi captura, en las que afirmé que el borrador de la nueva Constitución que estaba circulando era la respuesta política de un personero del gobierno a palabras de la embajadora de EEUU ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) Nikki Haley en las que lo acusaba de estar involucrado en narcotráfico, corrupción, terrorismo y legitimación de capitales.
Durante las 36 horas de cautiverio hubo tres ocasiones muy difíciles. En una de ellas me llevaron a la playa, percibí que era de noche, me pusieron un arma en la nuca, me dijeron que hasta allí había llegado, que ellos sólo cumplían instrucciones. En ese momento hice mentalmente un repaso de mi vida. Pero dijeron que tenían que llamar para verificar, y al final dijeron que estaba abortada la operación. De nuevo me llevaron al sótano.
Luego la última oleada de agresiones. Ellos me desnudan, me llevan como a una habitación porque oí la puerta, me lanzan de espalda al piso y acostado caigo en cuenta que una de las torturas que yo tanto había denunciado era la que iban a cometer contra mí. Una de las torturas más usadas en el Sebin, era coaccionar físicamente a la persona, si son hombres, tirarlos de espaldas, abrirle las piernas e introducirle un palo por el ano, una violación en términos concretos.
Empiezan a pasarme un palo por la espalda y cuando pensé que venía lo peor, lo que sentí fue un mazazo en la costilla, del lado del pulmón izquierdo en la espalda, durísimo, que todavía hoy en día me duele, no hubo fractura pero quedé lesionado. Fue el momento más indignante como persona, como ser humano y como hombre. Al rato sentí que me tiraron el interior, la franela, poco a poco me dieron las cosas para vestirme y me dieron de nuevo las granadas.
Me movieron otra vez, subí a la patrulla, se montaron ellos, sentí que se pusieron los chalecos, que tomaban las armas, me pregunté de nuevo si me ejecutarían. El carro empezó a dar otro recorrido muy largo, como una hora, me bajan en un sitio, me tiran en el piso, me ponen las manos en la cabeza, pensé que me dispararían. De repente, oigo pasos, que cierran con mucho ruido las puertas de un carro, luego que arrancan, no escuchaba nada, no me atrevo a quitarme la capucha, el carro ya se escuchaba lejos, empiezo como a moverme prudentemente, preguntaba ¿hay alguien allí? Pensé en que quizás me estarían probando, después me quito con cuidado la capucha, decido mirar a un lado, luego hacia otro y me di cuenta que estaba en una carretera rudimentaria, me habían quitado los lentes y yo soy miope, percibía una luz muy lejana y dije: parece que me liberaron. Me sangraba la cabeza.
5.- ¿Hay alguna investigación abierta por su secuestro?
Yo fui voluntariamente a la División Antiextorsión y Secuestro del Cicpc en el Alto Hatillo, el mismo 5 de octubre, mis captores me liberan como a las dos de la madrugada y a las 5 pm voy a rendir declaración para tener la constancia y llevarla a la CIDH. Pero cuando yo digo que fue el FAES, el jefe de la División no me quiso tomar la declaración, que tenía que pedir autorización y me dice que vaya el lunes. Así lo hice pero sólo registraron la cuarta parte de lo que dije, omitieron todo lo relacionado con el FAES, las referencias a Reverol, a las armas y a un alto funcionario. Pedí a mis abogados que prepararan un escrito y eso fue lo que llevé a la CIDH.
Pasé al día siguiente a la medicatura forense y el examen se limitó a que el médico me preguntara qué tenía, no me examinó, no observó el estado de mis rodillas, de mi espalda, de mi cráneo y dijo que lamentaba lo que me ocurrió, y que llevara un papelito que firmó a la División Anti Extorsión y Secuestro.
Finalmente, según informaciones de mis abogados, el caso lo maneja la Fiscalía 74 del Área Metropolitana de Caracas.
6. ¿Qué consecuencias tuvo el hecho sobre su salud física y mental?
Sufrí múltiples contusiones. En el cráneo se me originó un edema cerebral, pero según el TAC (tomografía computarizada) que me realizaron, no se generó fisura o fractura, pero sí un derrame de sangre interno, que con el tratamiento asignado por los médicos superé, actualmente puedo decir que ese edema no existe según los exámenes. En cuanto a las rodillas los dolores fueron fuertes los primeros días, tampoco hubo fisura, ni fractura según el traumatólogo. En las costillas sí hubo algunas fisuras que todavía hoy día generan dolor.
En lo mental, hasta ahora no puedo negar que hay un efecto, pero de las dos entrevistas que he tenido con una psiquiatra de forma preventiva se ha descartado que exista una situación que se pueda calificar como estrés post traumático o depresión. Sí se me recomendó una especie de terapia que consiste en tratar de dejar a un lado los pensamientos recurrentes sobre el hecho y dedicarme a ver hacia el futuro para que no se convierta en un trauma y hasta ahora ha sido favorable para mí. Agradezco a Dios porque no sufrí grandes consecuencias.
Lo que sí se mantendrá en mí es la convicción de seguir luchando como defensor de derechos humanos en Venezuela, seguir con los casos de presos políticos que llevo, tomando las precauciones debidas.