Mención especial I Concurso de Cuentos por los Derechos Humanos de Provea

PROGRAMA VENEZOLANO DE EDUCACIÓN ACCIÓN EN DERECHOS HUMANOS (PROVEA),

El Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea), en el marco de su trigésimo aniversario, convocó al Primer Concurso de Cuentos por los Derechos Humanos, con el cual se buscaba, en palabras de la convocatoria, “promover la creación literaria entre los venezolanos como forma de reflexión y de expresión en tiempos de crisis social y de resistencia ciudadana”.

La ganadora fue Carmen García Vilar, con su cuento Es solo un gato. Además, el jurado decidió otorgar menciones especiales a los siguientes cuentos: Geografía de una ciudad en crisis, de Carlos Egaña; Pueblo blanco, de Juan Carlos Díaz Méndez; y Los derrotados, de nuestra compañera Beatriz Chavarri Lecuna, que publicamos a continuación.


Los derrotados

Beatriz Chavarri Lecuna

Decían los viejos
que los gigantes así se saludaban:
“no se caiga usted”,
porque quien se caía,
se caía para siempre.

8:06 pm

Necesito joderla. Acabar con ella. Volverla mierda. Escoñetarla. Necesito que se llene de odio, de la arrechera más pura, del dolor más grande que pueda existir en pecho alguno. Necesito que sufra, que no valga nada, lanzarle leña al fuego de esa hoguera que se la está comiendo en vida. Que llore. Que se quede ronca de gritarme. Que se llene de culpa. Que se vuelva un tronco seco, un cascarón de ser humano. Solo así, hundiéndola en la mierda, puedo salvarla. Solo así podré hacerla feliz. Aunque yo no lo vea. Aunque nunca me entere. Aunque ella nunca lo sepa.

8:07 pm

“¡Seis soberanos! ¡Último carro! Billetes de cinco pa’rriba. Paraos un bolo. Aproveche que no vienen más”.

Otro día. Ocho horas de trabajo, dos horas matando tigres, una hora esperando bus, cuarenta minutos rodando, treinta minutos en la oscurana resolviendo el camino a casa. La cena. Un lujo perdido y vuelto a recuperar. Otro rato trabajando en casa. Cadena. Patria, pueblo, soberanía, hijos de Bolívar, la derecha internacional. Nevera a medio llenar. “Es tu orgullo”, piensas. “Pudiera estar peor”, te repites. “Eres privilegiada”, insistes. Pero son ocho horas de trabajo, dos horas matando tigres, una hora esperando bus… un día, y otro, y otro. Tus viejos han recuperado peso. “Es tu orgullo”, insistes. Pero sabes que quieres tirar la toalla. Que estás cansada, que llevas ocho horas de trabajo, dos horas matando tigres, una hora esperando bus, que mañana será lo mismo, que nada va a cambiar, y solo puedes dormirte soñando con verte lejos, con pisar otro aire, con respirar otro suelo. Solo quieres no estar. Y estar con él. Pero son las 8:07, estás subiendo al bus y falta mucho para que puedas llegar a tu casa.

Prensa.-

La noche de este lunes se registró un enfrentamiento entre una banda delictiva y funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) en el túnel de La Planicie, en Caracas. La banda, autodenominada como “Los vergatarios de la Cota”, presuntamente habría aprovechado una congestión vehicular por trabajos de mantenimiento en el túnel para asaltar una unidad de transporte público que cubría la ruta Caracas-La Guaira.

8:16 pm

Suelo ser indolente. Dejo pasar las cosas. No voy a decir que no me angustie, que no esté aterrado algunas veces. Pero en general estoy muerto por dentro. Me ha ganado el cinismo, supongo. Burlarme de todo y de todos hasta el día del juicio final. Y no me ha ido mal. De ser por mí podría seguir así. Mis exigencias son pocas. No me atraen los lujos. No me gusta salir. No me siento cómodo conociendo gente. Pero está ella. Ella y sus ganas de vivir, tan necias, tan irracionales, tan infantiles algunas veces, tan desesperadas. Unas ganas de vivir que la desgarran, y que a mí me hacen daño, porque me contagia. Y yo no quiero ni soñar, ni ilusionarme, ni que ella lo haga, porque el resultado es el mismo. Un golpe seco que la va apagando, apagando, hasta quedar a merced de la desesperación, del vacío, de la nada.

8:17 pm

Lograste sentarte. Todo un lujo. Se sube una pana cargando un bebé, pero poco te importa. Te sabes egoísta, te sientes mal, pero solo quieres cerrar los ojos y recuperar horas de sueño. Maldices. Dejaste los audífonos. Sesión intensa de salsa puyúa con El Tigre Rafael. “Á-ni-mo”. Te duele la cabeza y te pican los ojos. Los ojos. Esa bestia que amenaza con devorar tu cordura, porque no puedes dejar de pensar en ellos, porque quisieras o vivir a oscuras de una buena vez o que te toque un milagrito de José Gregorio. “Pa’ estar guindando es mejor caer”, piensas mientras recuerdas tu diagnóstico. “Aquel viejo motel. De pobres luces, de todos el peor”. Mentalmente la cantas y te cagas en la vida por esa memoria absurda que es capaz de aprenderse cualquier canción y relacionarla con otra, y otra, y otra, y en tu mente pasas de David Pabón a Yordano a Willie Chirino a Joaquín Sabina a Joan Manuel Serrat a Antonio Machado a Miguel Hernández a Federico García Lorca (no sabes por qué) y de nuevo a la salsa erótica con la lluvia pajúa de Eddie Santiago mientras te calas una cola que no esperabas a esta hora ni en este lugar.

Buenas noches, querida audiencia. Soy Marianella Di Giacomo, y este es su programa Corazones en conflicto, un espacio que espera ayudarte en tu día a día y darte consejos y tips para que vivas sano, sonrías más y seas siempre una mejor persona. En el especial de hoy hablaremos sobre la depresión, cuyos números siguen en alza en nuestro país pero del cual creemos que puede superarse con nuestra fórmula mágica: come bien, duerme mejor, y al mal tiempo buena cara.

8:19 pm

Estoy jodido. Recontra jodido. Jodido y medio. Pero no soy capaz de hacer que se me note. No puedo hacer nada para cambiarlo. Solo esperar. Ver qué pasa. Pero ella no. Ella dice no tener paciencia, pero allí la veo. F5, F5, F5, F5. Su respiración se altera cada vez que algo cambia en la pantalla. Maldito entusiasmo. No sé qué espera ni qué desea ni por qué me ahoga ni por qué no acepta que estamos presos, con la soga al cuello (ay, la soga). Me recuerda su plan (“sale mi pasaporte primero, luego movemos el tuyo, si toca operarse sin ti no me voy”) y, de pronto, se desconecta, se pasa el suiche, se apaga, no se decide, me cambia el tema. Y los ojos (putos ojos) se van a otro lado y no me ven aunque diga que lo hace…

8:20

Sigues en el mismo punto de la vía. No sabes qué pasa. “¿Cuántos litros se pueden llorar hasta deshidratarse?”, piensas. Y recuerdas de pronto, en un monólogo interior politicoliterarioabsurdopedantelibresco a Philip K. Dick. No te imaginas llorando al Policía Nacional que acaba de pasar en moto por el lado de tu ventana del bus. Pero tú sí quieres llorar, porque el cansancio baja tus defensas, porque tienes miedo de la hora, de la calle, del país entero. Porque quieres largarte. Pero estás presa. Presa del sistema, presa sin cadenas, presa de ánimo, presa de angustia, presa de un par de viejos que te necesitan, presa de espera de esa libretica sellada que te deje al menos asomar la nariz en un país jodido, con crisis, corrupto, lo que sea, pero libre. Y él te ata. Te da suelo. Hace que no todo sea un error. Hace que esta cárcel de 916.445 kilómetros cuadrados valga la pena.

Según fuentes policiales, los hechos ocurrirían pasadas las 8:00 de la noche. El grupo habría llegado en moto al túnel de La Planicie I, el cual presenta un solo canal habilitado por los trabajos anunciados la semana pasada por el Ministerio del Transporte. Una vez allí, algunos miembros de la banda se bajarían de sus vehículos para proceder al robo de la unidad de transporte en la que ocurrieron los hechos fatales.

8:30

No es un imperio lo que se apaga sino ella. Se niega a resignarse y se niega a que yo lo haga. Hace planes, sueña, pero se responde de inmediato. El rostro se le oscurece, pasa a otro tema, sigue viendo la tele, cambia el canal y pone un programa de viajes. El brillo vuelve. Por un instante nos imagino allí. Como una pareja normal que sale, tiene amigos, mascota, trabajo, una casa con todos los perolitos, cocina, baño, cama king size para tirar sin peo. Gente que vive, sin más. Pero no. No va a pasar. Ella sigue aquí, conmigo. Soy su rémora, su castigo, su maldición. A veces la odio. Sé que a veces me odia aunque lo niegue. Y sé que no me veo sin ella. Por eso, entre dos decisiones malas –partirle el corazón y dejarla, o partirle el alma y dejarla– prefiero tomar aquella en la que yo no sea capaz de ver las consecuencias de mi cobardía.

8:31

El niño de la muchacha que está de pie empieza a llorar. “Cómo coño la gente aún se atreve a estar pariendo”. Te arrepientes, pero no mucho. Pasan más motos, más policías, y no entiendes nada. La música pasó a ser un estruendo inentendible. Quieres llamar a tu casa, pero no tienes señal. “Biba Beresuela, su mugere y su plalla. Nicole Kidman comió arepas, toma papah”. Sientes un puño en el centro del pecho. Un hielo. Es negro y se expande y no te deja respirar. No oyes sino sirenas, y el repertorio salsero se volvió criollo. “¿Quién te embarazó? Y ella fuerte contestó”. Poco te importa aquel cantante del folklore. Solo quieres no sentir ese vacío, esa atracción hacia la nada, ese poner los pies descalzos al borde del abismo y saltar. Caer, caer, caer.

Para el programa de hoy tenemos como invitado a Gregory Mujica, experto en terapias alternativas, médico intuitivo e influencer con más de 2 millones de seguidores en Instagram (puedes seguirlo en su cuenta @HoyEsUnGranDia), quien nos asegura que salir de la depresión es solo cuestión de ac-ti-tud. Es verdad que existen casos verdaderamente serios que requieren atención psiquiátrica inmediata, pero no es menos cierto que nos dejamos agobiar sin necesidad por las preocupaciones cotidianas que pueden tener soluciones simples, sencillas y prácticas. Dejemos que sea Gregory quien nos lo cuente.

8:40

Veinte para las ocho. No puedo alargarlo más. Curioso verbo teniendo en cuenta lo que voy a hacer. Sí, se va a acabar todo. Se va a llenar de culpa, de dudas. Se va a ir a lo más hondo del abismo. Pero es terca, cabezona, necia. Mi terca, mi cabezona, mi necia. Va a vivir. Me va a sobrevivir. Que nunca se entere por qué hago esto. Que nada la ate –otro verbo macabramente apropiado– a este hueco nacional que tanto ha llegado a odiar. Te libero. Sé que te vas a ir tras esto. Y yo soy malditamente cobarde para verte hacerlo, casi tan cobarde como para irme contigo. O quizás más. Espero que el carajo de la ferretería no me haya jodido y se rompa la porquería esta. Vamos. Lista la silla. Sin cartas. Sin lágrimas. Sin arrepentimiento. Casi incluso siento alegría. Toca salvarla. Dejarla irse después de irme. A partir de hoy no existo. A partir de mañana sin perdón, pero espero que con olvido. Cinco, cuatro, tres, dos, uno…

8:41

“Llegó el hampa”. Escuchas. “No se me reviren”. No te le reviras. “No se me pongan brujas”. No sabes qué significa, pero te quedas quieta. “Demen todo”. Estiras la mano, sin disimular el absurdo teléfono que solo te sirve para ser robado. Está todo listo. Un trámite sencillo. Más rápido que ir al banco, menos cansón, incluso burocrático, se te ocurre pensar. Hasta que se sube el gran carajo del uniforme camuflado gris y negro, hasta que el honorable funcionario del sistema organizado del hampa nacional se le revira –no sabes exactamente qué es revirar, pero sabes que en ese momento lo está haciendo–, hasta que el pendejo del uniformito le mete su plomazo al malandro de turno y los convives –sabes que la palabra existe y engloba a los miembros de una cofradía hamponil y malandrera– se llegan de la nada, “como la mosca a la mierda, literalmente como la mosca a la mierda”, piensas, y no ves nada más, porque tienes la cara empapada de algo que supones es tu sangre, aunque no sientes dolor, pero logras escuchar el sonido de algo que cae al piso del autobús. Luego un clic. Luego calor. Y ya no sabes más nada.

El oficial Ender Antonio Inciarte Gutiérrez, de 27 años, logró ultimar a uno de los atracadores, identificado como Yanpiero Jhozbiel Sánchez Herrera (22 años), pero fue emboscado por más miembros de la banda, quienes atacaron a los pasajeros y lanzaron una granada, cuyo estallido hizo que se incendiara la unidad. Hasta la fecha se desconoce el saldo de víctimas fatales.

Sí amigos. Se han disparado las alarmas ante un incremento inédito de los suicidios en el país. Lo vemos a diario en las redes sociales, pero ojo, hay que saber filtrar la información, porque hay mucho de exageración y alarma en lo que uno puede conseguirse en el tuiter o en el feisbuk, muchas cadenas de dudosa veracidad. No voy a decir que no haya suicidios en el país, no no no no no, mi Mari, pero sí que muchos se hubieran podido evitar si la persona deprimida hubiera hecho un cambio en sus vidas. ¿Estás cansado? ¡Haz yoga! ¿Te sientes solo? ¡Ve al cine! ¿No tienes con quién ir? No dejes que eso te limite. Aprende a quererte y a vivir con tu propia piel y verás cómo toda la negatividad en tu vida desaparecerá como por arte de magia. Descúbrete, conócete, ámate. Palabra de Gregory.

Artículos más recientes →

GRACIAS POR SUSCRIBIRTE